11 febrero 2007

Península Valdés


Hace mas de dos años fui generosamente invitado a pasar tres días en uno de los parajes argentinos mas silvestres. De noche desde el pequeño hotel bajo un faro se escuchaban los bramidos de los elefantes marinos y el sonido del mar. Es un lugar sin árboles pero con muchos animales, es la patagonia oceánica fría y ventosa donde en un momento del ciclo reproductivo aparecen en sus costas cientos de esos imponentes mamíferos para parir y aparearse durante meses. Estuve unas dos horas solo con la cámara y cientos de animales vigilantes con su mirada sin saber que posaban.

Ya solo eso merece el viaje, sin embargo la atracción mas espectacular es ver saltar a las ballenas australes en la bahía. Se refugian allí desde comienzos de agosto aunque el mejor momento es a principios de octubre pues puede llegar a haber mil ballenas amamantando a sus crías. En esas calmadas aguas la leche grasosa es mas fácil de ingerir por las crías, de todos modos la visita anual de las ballenas esta llena de misterios.

Para verlo bien hay que ir en la lancha neumática grande en lugar del barco común, es mas caro, claro pero después de haber cruzado un océano apretado en un avión, merece la pena. Los guías de la zona son gente muy preparada y amable que tratan al turista tan bien, que le hacen olvidar que lo es. Nos saben que en otras partes el turista es maltratado y espero que no lo descubran nunca pues es uno de los encantos de viajar por Argentina. Al menos compensa los abusos de muchos hoteleros. Nada es perfecto.

En la península, hay otra sorpresa y es observar de camino a Punta Tombo, liebres enormes, ñandúes, guanacos, etc...Y además las famosas ovejas de la patagonia. Me contó mi tío que en una época, de la lana de una estancia, vivían seis familias mallorquinas. Cientos de miles de cabezas de un solo estanciero, miles y miles de hectáreas de un solo estanciero y al final en la costa, casi pegados, los pingüinos empollando sus huevos en pequeñas cuevas excavadas en el suelo. Ovejas y pingüinos demasiado cerca para un mallorquín, que el único animal que ha visto cerca de unas ovejas es un perro negro. Pintoresco.

Todo esto se encuentra en la provincia de Chubut, una de las cinco provincias que comprenden la patagonia argentina donde el encanto real en la inmensidad interminable paisajes suaves y ocres, la densidad de población casi nula y la idealización del mito de lo muy lejano e incógnito. Dicen que cruzar la Patagonia en coche es toda una experiencia, las carreteras son tan rectas en un paisaje homogéneo e idéntico durante tanto tiempo que se crea la sensación de no estar yendo a ningún lado, como los que corren en el gimnasio sobre esas cintas. Estar sin ir en una tierra infinita y al final, los Andes.

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