16 noviembre 2008

Cataratas


Durante años tuvimos que soportar pacientemente la siguiente pregunta: ¿No fueron a Cataratas?. Nuestra respuesta era siempre negativa y acompañada de excusas varias. No nos atraía mucho la idea de contemplar algo tan famoso rodeado de guiris como nosotros en camiones y lanchas. Solo imaginar muchedumbres moviéndose como zombies con el sonido de fondo de las voces de poliglotas guías nos empujaba a planear viajes a lugares mas tranquilos y desiertos, pues abundan.

Sin embargo, después de planificar un viaje en coche por el noreste del país, un día nos encontramos llegando ya de noche al único hotel argentino que se encuentra dentro del Parque Nacional de Iguazú, un hotel demasiado grande y tremendo pero esta ahí, en el lugar indicado.
El rugir del agua se dejaba oír lejano. Cuando las pasarelas que rodean las cataratas de Iguazú se encontraban casi vacías y el parque recién abierto, es el momento. Al llegar a vislumbrar alguno de los primeros saltos el impacto es ya asombroso. Cuando uno ve que al agua no deja de fluir, que lo ha hecho casi eternamente y la fuerza con que ruge y es expulsada al vacío, no puede evitar tragar intensamente y respirar la emoción. El acercamiento en las lanchas a las descomunales caídas de agua supera cualquier expectativa. Es simplemente, como dicen por aquí, imperdible.

No digo nada nuevo. La naturaleza tan obvia digamos que estremece y si esta es inalcanzable en su dimensión te coloca en otro lugar. Ignora uno cual es ese referente, trata uno de suponer que es lógico que caiga el agua si hay un gran río detrás y un abismo delante pero al mismo tiempo trata de ubicar la desproporción en algún rincón del recuerdo, sin éxito. Imagino que para alguien recién llegado de una distante y diminuta roca rodeada de tranquilas aguas marinas debe ser peor. Al fin y al cabo nosotros llevamos cinco años habituándonos a las desproporciones argentinas y eso ayuda.

Para apreciarlas bastan dos jornadas y verlo tranquilo sin embargo hay un consejo imprescindible: El que pueda que pague ese hotel, merece la pena estirarse un poco o pedirlo a la agencia de viajes, pues estas allí, en el meollo del Parque Nacional. Aunque no hay que olvidarse de que la única vivencia real de lo que significa la selva paranaense es pasar todos los días posibles explorando y observando lo mucho que ofrece. Ir y volver solo habiendo visto los inmensos saltos de agua es quedarse con un empacho de extraña digestión.

En fin. Uno entiende que mareas de gentes atraviesen océanos, enlatados en aviones, vayan hasta ahí y se vayan tan contentos. Además, si en una de esas se topan con los retrasos o cancelaciones de Aerolíneas Argentinas se lleva dos postales genuinas del país: Las cataratas mas bellas del mundo y la desesperación. Todo muy típico.

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1 comentarios:

Blogger Wra5 ha dicho...

Muy interesante tu blogs saludos

2/2/09 14:50  

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